Hijos de la Tierra o la revalorización de las culturas ancestrales

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Anoche tuve la ocasión de ver el excelente documental dirigido por Patxi Uriz y Axel O’ Mill, Hijos de la Tierra, el cual acaba de recibir el Goya al mejor cortometraje documental. Bueno, podría decirse que este premio corona una estela de éxitos porque ya había sido galardonado en varios festivales en 2014 y 2015.

El planteamiento que hace la obra es claro: la salud de los seres humanos es un reflejo de la salud de la tierra. Sus mensajes explícitos se acompañan de una maravillosa fotografía que, por unos instantes, me acercaron a las latitudes de donde provengo. En realidad, el documental se filmó en España, Brasil, México, Reino Unido, y Francia. Pero esos caudalosos ríos del Amazonas y su gente me recordaron mis viajes por los confines de Venezuela.  Las entrevistas a chamanes y chamanas de diversas etnias y tradiciones revelaban la convergencia entrentodos ellos, destacando la necesidad de acercarnos y cuidar la tierra, por nuestro propio bien.

Me parece fantástico el trabajo de condensación que han hecho y que logra abordar en sólo 35 minutos, espinosos temas como la colonización, la inquisición, la desforestación y pérdida de biodiversidad, la apropiación de los saberes y recursos naturales por parte de las farmacéuticas para patentarlos y mantenernos atados como clientes. La subestimación de las culturas ancestrales ha hecho que se considere un atraso utilizar las plantas para sanar una enfermedad mientras que en realidad los principios activos salen de allí. Cuantos «guarapos» nos preparaba mi abuelita para cualquier dolencia…

La imagen se revela una vez ante nosotros como una herramienta poderosa para disolver dicotomías. Como decía Patxi Uriz, no se trata de rechazar los avances de la ciencia pero si de conjugar los beneficios de ésta con los saberes ancestrales. La distancia que nos separa – como urbanitas y obsecados con el crecimiento – de la sabiduría de la esencia viva de la tierra nos impide apreciar no sólo que la naturaleza es una farmacia viviente sino aprender de sus ritmos y de la adecuada gestión de sus recursos para no alterar irremediablemente su funcionamiento.

Al final hubo un coloquio muy interesante. Ambos productores Patxi Uriz y Sandra Iraizoz estaban allí para comentar y responder a nuestras preguntas. Qué lujo! Me sorprendió en particular el hecho de que un proyecto que empezó por tomar unas fotos para un libro sobre plantas medicinales y los vínculos que se establecieron entre Navarra y la Amazonia derivase en una obra de la factura técnica que tiene Hijos de la Tierra. Me maravilla el hecho de que se hayan permitido soñar con algo de mucho mayor alcance, dejarse guiar por su corazón y su intuición, lo que les llevó a descubrir personas que enriquecieron la propuesta y fueron dando forma al producto final. Que gratificante encontrarse con gente que apuesta por rescatar valores y comportamientos que pueden contribuir a mejorar la salud de todos y de la tierra.

Os transcribo el texto del cartel cuya representación de la Madre Tierra me encantó. Gracias Conchi Ortega por esta extraordinaria propuesta.

» Soy madre de lava y fuego. Soy sangre de ríos y mares. Soy el viento que llega de lejos. Soy el sol que muere en la tarde. Soy la fuerza del pájaro esclavo. Soy tiempo que pasa y no vuelve. Soy hoja en la brisa rebelde. Soy tierra. Soy vida. Soy muerte.

Autor: Sandra Guevara

Deseosa de compartir inspiración con las personas que desean desarrollar sus talentos, vivir su sueño con conciencia, propósito trascendente; y particularmente empoderar a las mujeres para que se permitan vivir su mejor versión, desde la autenticidad. Artesana y bloguera un rato y otro mentora de emprendedor@s creativos, de los que cuidan el alma, de los que hilan palabras, de los que quieren ser agentes de cambio y generar triple impacto...

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